Cuando lanzaron la campaña de comunicación interna, ni en sus peores previsiones imaginaron el desastre que podía provocar.
Porque cuando en una compañía los responsables al más alto nivel pretendieron ignorar el malestar creciente entre los empleados debido a la reestructuración que se estaba efectuando y que conllevaba salidas de personas, unas voluntarias y otras forzosas, y decidieron lanzar una campaña de engagement, no sirvió más que a profundizar la brecha entre la dirección y el resto.
Una dirección desasistida de sentido común pensaba que una campaña lo iba a solucionar y que la desafección se iba a transformar por el peso de un plan de comunicacióninterna en una motivación y en un cerrar filas y avanzar sin cuestionamiento de los planteamientos.
La comunicación interna es útil y una herramienta potente cuando se reúnen las condiciones, pero por sí sola no contribuye a solucionar nada cuando el clima y la situación están enrarecidos.
La mejor comunicación en ciertos casos consiste en abordar la situación de manera clara, firme, sin artificios, asumiendo el liderazgo y no escudándose detrás de imágenes bonitas y palabras como cantos de sirena.
Pretender que los empleados, las personas, no tienen criterio propio y que se les puede motivar con falsas expectativas no es más que engañarse engañando, voluntariamente o no.
A los profesionales de la comunicación se nos contrata y elige por nuestra capacidad para asesorar a la dirección general, a la de comunicación, a la de recursos humanos,por crear conceptos y escenarios motivadores cuando la ocasión, el momento y las aportaciones lo requieren, y por no comunicar cuando el momento no es el apropiado.
Hay situaciones en las que los responsables deben asumir sus responsabilidades, pues para eso han sido seleccionados, elegidos, formados y remunerados, reuniéndose con sus equipos, afrontando la realidad y estableciendo las pautas de comportamiento en situaciones difíciles que no deben ser otras que las de respetar el sentir e inteligencia de sus colaboradores.
Aquí entraríamos en un campo en el que la ética debe primar sobre la estética, y pensar que cualquier campaña, por atractiva y motivadora que sea, ocultando una realidad y embarcando a las personas a su cargo a una desmotivación aún mayor, solo puede conducir a un desastre personal, profesional y social.
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