Aunque el presente nos inquieta, no dejemos que nos aterre el futuro
Vivimos un momento muy difícil como personas y como sociedad en general, con una visión cortoplacista de lo que serán los próximos 15 días. No sabemos si el confinamiento se prolongará o se suavizará, pues es la evolución de la pandemia en el día a día la que manda.
Y, mientras contemplamos cómo a nuestro alrededor crece la incertidumbre y vamos conociendo el internamiento y/o fallecimiento de familiares, colegas y/o amigos, también empezamos a sufrir el bombardeo sobre las previsiones económicas y sociales de un futuro que se presenta como aterrador, con datos como la caída o más bien el desplome del PIB, el incremento del desempleo, la desaparición de actividades culturales, deportivas, de ocio… pintando un futuro tan distópico que no deja espacio para la esperanza.
Aunque abundan los expertos de todo tipo y de todo pelaje, en una competición para que el nuestro sea el experto más solvente, como lo acreditan sus títulos universitarios, sus premios y reconocimientos internacionales en el mejor de los casos, olvidamos que la misma realidad siempre estará sujeta a múltiples interpretaciones, dependiendo del cristal por el que se mira. Quien no tiene “su” experto, o bien no es nadie o no tiene nada.
Tenemos que hacer frente al día a día, superando los inconvenientes, incomodidades y angustia que genera el confinamiento, teletrabajando y haciendo que la actividad laboral no se vea demasiado afectada, arrimando el hombro y siendo solidarios en la medida de lo posible, pero tenemos que evitar que las previsiones de ese futuro, que por muy elaboradas que estén son solo previsiones, se añadan a la incertidumbre del presente, nos aterren y acaben por paralizarnos.
Cierto es que aumentará el desempleo, que caerá el PIB, que las empresas tendrán que comunicar malas noticias a sus clientes, empleados y accionistas, que muchos ocios y negocios tendrán que adaptarse a las nuevas normativas y circunstancias, que como en todo proceso continuo de cambio, no habrá un final marcado en el calendario. Y es precisamente por eso, porque se trata de un cambio constante, pero tenemos que confiar en los avances científicos y tecnológicos para tratar de llegar a esa normalidad lo antes posible.
La comunicación tiene un gran reto por delante, el de saber y poder comunicar, más y mejor, aportando medios y soluciones, cubriendo todas las necesidades para que la vuelta al trabajo (presencial o remoto) al ocio, a la educación, al consumo, sea lo más eficiente posible, sin olvidar que habrá que facilitar las herramientas para favorecer la salida del desempleo a todas las personas que lo hayan perdido en este momento.
Y esto debe hacerse beneficiándonos de todo lo que vamos aprendiendo y descubriendo en esta experiencia, fomentando la comunicación, la formación, el coaching y la ayuda psicológica, tanto hacia los empleados como hacia los desempleados, porque nunca en la historia de la humanidad tuvimos y pusimos tantos medios al alcance para potenciar la comunicación entre las personas y el conocimiento.
El futuro, por incierto que parezca, siempre será mejor de lo que imaginamos, a condición de que nos dejen y seamos capaces de soñar.