POR TODO LO QUE LOGRAMOS, Y LO QUE NOS QUEDA POR CONSEGUIR

El 8 de marzo se ha convertido en un símbolo de reivindicación y lucha por la igualdad de género, situando el feminismo como piedra angular de todas las tendencias políticas y sociales en debates y también en confrontaciones. Por ello, creemos que es hora de hacer balance de todo lo logrado hasta ahora, pero sin perder de vista el gran objetivo: todo lo que todavía queda por hacer.

El Día Internacional de la Mujer no celebra que las mujeres seamos mujeres, sino que recuerda la lucha de muchas generaciones por conseguir los derechos que hoy disfrutamos, poniendo el foco en los que aún nos quedan por alcanzar. Es innegable que se han logrado grandes avances en los últimos tiempos en el ámbito de la igualdad y equidad, como, por ejemplo, el derecho a voto conseguido en el año 1933, que permitió a las mujeres ser consideradas como ciudadanas a parte entera. De hecho, este derecho a voto no siempre incluía el de tener voz, ya que fueron muchos los silencios sobre otros derechos vetados a las mujeres, como el de disponer de una cuenta bancaria sin permiso del cónyuge, derecho conseguido en el año 1975 y que tenemos tendencia a olvidar porque resulta algo impensable en los tiempos actuales.

Otras leyes como las del divorcio o la más controvertida por el debate social sobre el aborto, aunque han establecido el derecho a la mujer a decidir sobre su propio destino, sobre su propio cuerpo, muestran la dificultad para abordar estos derechos a los que algunos sectores sociales se oponen.

En el mundo laboral, los Planes de Igualdad se están implantando en un gran número de empresas y otras políticas para fomentar el crecimiento y desarrollo profesional de las mujeres, pero no deben hacernos olvidar la brecha salarial que aún persiste en muchas ocasiones. Más recientemente, las propuestas para llegar a la paridad en los consejos de administración y órganos de gobierno nos muestran el largo camino por recorrer en este sentido y las dificultades que nos encontraremos en la lucha por la igualdad.

Pero no podemos regodearnos ni mirarnos mucho el ombligo por todo lo que logramos sin pensar en todo lo que nos queda pendiente en este mundo en el que las fronteras no son físicas sino de derechos. Los de las mujeres a no llevar velo, a mostrar su cabello que no tiene nada de impuro, a escolarizarse a pie de igualdad o a ser envenenadas por asistir a la escuela. A disponer de su derecho a elegir su pareja lejos de los matrimonios concertados, a no ser lapidadas por infidelidad conyugal, a ser creídas en casos de abusos sexuales sin tener que demostrar que ha habido daño o violencia corporal, a no ser mutiladas sexualmente en nombre de unas costumbres o creencias ancestrales, a tener el derecho a nacer sin correr el peligro de ser asesinadas por el simple hecho de ser mujer y suponer una carga para la familia.

Y aunque nos parezca que ya hemos logrado todo lo que teníamos que lograr, aún hay personas que comparten el desafortunado dicho de “la mujer con la pata quebrada y en casa”, y a tener que demostrar siempre que somos personas como las demás, porque no queremos ser más, pero tampoco menos.

Inés, Susana, Nieves, Mariate, Sandra, Bea y Lorena