Comunicación o incomunicación navideña
Las fiestas están ya a la vuelta de la esquina y la incertidumbre sobre si se reducirán las restricciones en cuanto a desplazamientos, número de personas que podrán reunirse, toques de queda, etc. es máxima. Y a veces ya no es que vaya por Comunidades o ciudades, sino que va por barrios.
Hasta ahora hemos ido avanzando con resiliencia en esta segunda ola, unos adoptando las medidas pertinentes y otros respetándolas, pero a diferencia del verano las fiestas navideñas además de potenciar el consumo y la economía, disparan las emociones por lo que tienen de entrañables estas fechas.
A nivel personal, tendremos que optar entre la prudencia y las enormes ganas de comunicarnos y estar en contacto con nuestras familias sin trabas ni barreras tecnológicas.
A nivel profesional, y a pesar de la constante comunicación entre profesionales y equipos por medio de las diferentes plataformas tecnológicas, empezamos a estar un poco zoombados, con ganas de skypar de la rutina y de ese cisco que ocasiona a veces la comunicación online, que en algunos casos funciona como el teléfono escacharrado, dejándonos muchas sensaciones y emociones en el teamtero.
Este año vamos a añorar a los cuñados en reuniones familiares, ya que el ambiente no está para mucha fiesta, en unas celebraciones que en muchos casos serán agridulces, por la alegría de volver a reunirse un año más y también por la tristeza de echar de menos a los que ya no están entre nosotros por la pandemia.
Lo mismo sucede en las empresas, en las que estas navidades tendrán ese mismo carácter agridulce por las ganas de reunirse, aunque sea en equipos reducidos y respetando las normas de seguridad, y por la tristeza de ver que en nuestro entorno no todo el mundo está en la mejor situación debido a la incertidumbre laboral.
¿Qué y cómo debemos comunicar en estas fechas? ¿Es el momento oportuno? ¿Debemos adoptar un perfil bajo en la comunicación? ¿Sabemos cuáles son las expectativas de los profesionales para estas fiestas?
Son muchas las preguntas que los responsables deben plantearse y quizás lo primero que deban hacer es reunirse con sus equipos para conocer tanto sus expectativas como sus inquietudes, porque sin comunicación no hay conocimiento y sin conocimiento no tendremos criterios para la toma de decisiones.
Las empresas deben ser conscientes de que cuando no se ocupa un terreno, alguien viene a ocuparlo y que si pasamos de puntillas por este momento, esquivando la dificultad, los empleados quizás tiendan a organizar ellos mismos los encuentros para poder, más que celebrar, reunirse y sentir que forman parte de un equipo de un proyecto, y que tengan la necesidad de mostrar y demostrarse que ante todo son personas más allá de esas pantallas en las que últimamente están encuadradas y que por muchas dificultades que hayan atravesado, vale la pena vivir ese encuentro.
Un encuentro que promete ser más sobrio, más breve, más seguro, adoptando todas las medidas de seguridad, pero sobre todo lo más intenso posible.
Este año, las fiestas en esta situación tan anómala también forman parte de lo que nunca habíamos imaginado y nunca habíamos visto, y son una prueba más de que las empresas tendrán que afrontar para seguir manteniendo la ilusión y reforzar el compromiso.
La comunicación es hoy más primordial que nunca. Para lo bueno, para lo menos bueno e incluso, para lo malo. Porque lo peor es la falta de comunicación.